doradas de la playa
y cubres con tu espuma
ese cuerpo, su cuerpo,
que se entrega, sumiso,
a tus vaivenes:
Acaríciale; colma su
rostro
con tus salados besos.
¡Pero no te lo lleves!
No escuches de sus labios
la plegaria que clama.
Que pide le sumerjas,
en
busca de reposo,
en un lecho de algas.
¡No te lo lleves:Mar!
¡No te lo lleves:Mar!
Déjalo ahí. en la orilla,
esperando que el sol,
que ya despunta,
le devuelva con su calor
y brillo:
La esperanza.
Y tu y él, al unisonó,
decidle que en la tierra:
Hay caricias y besos.
Hay unos firmes brazos.
Hay un amante lecho
donde encontrar reposo.
¡En el que cobijarse!
¡Que allí me encontrara!
M· Jesús Guardado Tomas
(Avilés; Asturias/ 1948?